No las hemos de olvidar
SEÑORA MADRE
Yo vi una señora hermosa que rezaba entre el frío y la ventisca del cementerio de Darwin.
Un día, hace ya muchos años, la patria le pidió lo que más quería en su vida. Y allí se quedó, como semilla de regreso. Ella fue a regar aquella tumba con sus lágrimas, tan argentinas como esa tierra helada del sur.
Su gorro negro, contrastante con la suave ola de sus canas, era crespón andante. Como un casco que jamás se depone, que se lleva por siempre. Gorro de grandeza, antítesis del pañal blanco que reviste cerebros en fecal descomposición.
Las palmas, abiertas y tranquilas, descansan luego del fuego. Abraham no dudó en sacrificar a Isaac. Ahora todos somos descendientes de esta madre de la dignidad argentina.
Recemos por el hijo que combatió por nosotros en las Malvinas. Recemos por esa hermosa señora que tal vez pronto vuelva a abrazarlo. Y recemos porque algún día tengamos una Patria que sea digna de estas verdaderas Madres, sin plazas ni puños, que en este via crucis de la nación saben entregar lo mejor que tienen, y lo acompañan hasta la misma cruz.
Rafael García de la Sierra
-Publicado en revista Cabildo
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